lunes, 16 de enero de 2012

Bláh.

Por: Karla Toledo Ríos

Me he comprado libros al respecto. De hecho, actualmente estoy leyendo uno sobre el tema, mezclado con la fe y la autoayuda.

El problema es que me paso la vida analizando todo lo que hago. Cada vez que hablo con una persona que acabo de conocer, al terminar la conversación, trato de recordar cada cosa que dije para evaluar si estuvo bien dicha, si fue algo propio o si hablé más de la cuenta. Probablemente, la persona con la que mantuve la conversación ni siquiera me estaba prestando atención y ya para el momento en que yo me estaba torturando con mis evaluaciones, había olvidado todo lo que le dije.

Pero yo seguía en el angustiante proceso de castigar a mi lengua, que muchas veces es tan sabia como lo es de mala cuando tiene que serlo. Y termino, siempre, encontrando algo por lo cual arrepentirme de haber "espepitado", aunque para otros fuese una zanganada.

Y cuando consumo alcohol es peor.
Yo no tengo mucha resistencia al mismo, así que usualmente bebo muy poco cuando bebo, que también es muy poco. Por tal razón, es prácticamente imposible encontrarme lo suficientemente ebria como para no saber lo que estoy diciendo, o decir cosas que no tengo que decir... Pero como yo soy como soy, el simple hecho de saber que estoy bebiendo me ocasiona una "perse" interna, que nadie conoce, solamente yo.

Gracias a la estúpida "perse", al otro día por la mañana siento deseos de caminar por las calles con una bolsa de papel en la cara porque siento que fui la más imprudente en toda la fiesta, reunión, cena, lo que sea en donde estaba.

Me imagino las conversaciones de las personas cuando se montan en sus autos: "¿Viste a Karla, que imprudente? ", "¿Escuchaste lo que dijo Karla? ¡qué loca!" ... y cosas así por el estilo. Y como mencioné, lo más probable es que casi nadie recuerde lo que dije y dejé de decir. Solamente yo, que pasé horas tratando de recordar todo, todo lo que dije y evaluar cada palabra.

Ahora bien, admito una cosa, así como soy de exigente con mis palabras, confieso que muchas veces hablo sin filtro. Muchos dirán que está muy bien hablar las cosas como son, pero ¿qué hay de esas personas que lo toman todo a mal o muy personal? Y yo siempre tan considerada, mordiéndome la lengua por culpa de ellos. También están los chismosos, digo una cosa y rápido sueltan a decir lo mismo que yo dije pero en esteroides.

Creo que la batalla más grande que tengo es descubrir de dónde, cómo, por qué, por culpa de quién, y cuándo me convertí en una persona que necesita medir bien sus palabras para poder agradarle a todo el mundo...

Vida...

Vida...
en las pequeñas cosas.