Por: Karla Toledo Ríos
Como la gran mayoría de las mujeres, estoy gorda. Si; aunque esté flaca, estoy gorda. Aunque esté llenita, estoy gorda. Nunca hay balance y nunca estoy conforme. Y como era de esperarse, hoy me dió uno de mis famosos arranques de "me voy a poner a dieta y voy a hacer ejercicios".
Entonces heme aquí, como el perro arrepentido con el rabo entre las patas: La bicicleta estática y yo nos volvemos a encontrar. Entro al cuarto, bajo la cabeza y le digo "querida amiga, perdóname, te he tenido olvidada".
Percibo que está sumamente molesta, porque no me dijo ni jí. Entonces procedo a pasarle la manita, pero ella se mantiene quieta... ¡y llena de polvo, by the way! Y como soy orgullosa, le dije "Ok, sigue así...¡no vuelvo a pedirte perdón!... ah ¡y ni pienses que vuelvo a sentarme encima tuyo, JAMÁS!
Pero cuando voy a dar media vuelta para marcharme de la habitación, con el rabo del ojo la noté triste y sola. La negrita estaba cansada de pasar largos días y noches en una esquina de mi cuarto, con ropa y cajas sobre ella... y me dio lástima... y cedí. Dí mi brazo a torcer... hoy comienzo a hacer ejercicios cardiovasculares con mi negra... y cómo me gusta: montá encima de ella.
Como la gran mayoría de las mujeres, estoy gorda. Si; aunque esté flaca, estoy gorda. Aunque esté llenita, estoy gorda. Nunca hay balance y nunca estoy conforme. Y como era de esperarse, hoy me dió uno de mis famosos arranques de "me voy a poner a dieta y voy a hacer ejercicios".
Entonces heme aquí, como el perro arrepentido con el rabo entre las patas: La bicicleta estática y yo nos volvemos a encontrar. Entro al cuarto, bajo la cabeza y le digo "querida amiga, perdóname, te he tenido olvidada".
Percibo que está sumamente molesta, porque no me dijo ni jí. Entonces procedo a pasarle la manita, pero ella se mantiene quieta... ¡y llena de polvo, by the way! Y como soy orgullosa, le dije "Ok, sigue así...¡no vuelvo a pedirte perdón!... ah ¡y ni pienses que vuelvo a sentarme encima tuyo, JAMÁS!
Pero cuando voy a dar media vuelta para marcharme de la habitación, con el rabo del ojo la noté triste y sola. La negrita estaba cansada de pasar largos días y noches en una esquina de mi cuarto, con ropa y cajas sobre ella... y me dio lástima... y cedí. Dí mi brazo a torcer... hoy comienzo a hacer ejercicios cardiovasculares con mi negra... y cómo me gusta: montá encima de ella.